Llamados también grabados rupestres o insculturas, se extienden por toda la Edad de Bronce (1800 – 600a.C.).
Situados cerca de los grandes cursos de auga y del mar, encima de pequeñas rocas y en los valles fluviales, la mayor concentración la tenemos en la zona costera de la provincia de Pontevedra (curso bajo del río Lérez y en las márgenes de las rías de Marín y de Vigo).
Las tipologías son diversas: desde los más simples agujeros (cazoletas), pasando por combinaciones circulares, espirales, armas, hasta animales (Cérvidos, caballos, serpientes) y representación humana. Menos frecuentes serían los laberintos, las esvásticas, los ídolos y los zigzag.
No se sabe con exactitud cual podría ser su finalidad, si bien son muchas las especulaciones: magia, religión, ritos propiciatorios para la caza…
El Concello de Marín cuenta con una densidad muy alta de petroglifos, repartidos en doce estaciones (=concentración de grabados) compuestas a su vez por treinta y cuatro grupos o piedras grabadas, localizadas fundamentalmente en las parroquias de Mogor y San Xulián.
Además de los conocidos y afamados petroglifos de Mogor objeto de estudio de numerosos investigadores a nivel mundial, tenemos grabados en Cachada Grande, Carballás, Champás, Chan da Lagoa, Cadro, y Pornedo (en la parroquia de San Xulián de Marín), y en Godalleira y Siete Espadas (en la parroquia de San Xurxo de Mogor). Su estado de conservación, en general, y a pesar de ser declarados monumentos histórico artísticos, no es el adecuado, pero tuvieron mejor suerte que otros que desaparecieron como los de la Teixugueira, los de la Laxe, a Pedra dos Namorados o el grabado de un cérvido al que le puso fin al vial de playas.
Y no nos olvidemos de los “petroglifos” contemporáneos que tenemos en el Concello, los de Pepito Meijón, personaje que llenó con graburas infinidad de piedras, muros, puentes, casas, y otros lugares, con motivos de lo más inverosímil, que también forman parte de nuestro patrimonio y de los que sería también interesante hacer una catalogación.